Banda: Gilipollaz
Lugar: Sala Shoko, Madrid – 04 de abril de 2025
Texto y fotos: Raúl Blanco

Con tan solo dos discos en la calle, Gilipollaz han sido capaces de hacerse con un buen numero de seguidores, su último lanzamiento, Progresa adecuadamente, les ha permitido colgar el cartel de sold out en una sala como Shoko con una capacidad de 700 personas ¿no esta nada mal verdad? Iker, Angel y Pablo no necesitan más acompañamiento para darle al público lo que anda buscando. Y es que resulta muy complicado etiquetar a unos tipos que mezcla el Rock, con el Funky con el Metal con el Groove, y que por momentos recuerdan a los mas locos System Of A Down.
Es curioso, de repente te ves involucrado en un coro de setecientas gargantas gritando “gilipollas, gilipollas” y no sabes si estas en un partido de futbol o en un concierto, esta fue una broma fácil de hacer, a que si Angel, “¿Por qué? Ah que es por el nombre del grupo, vale?” Eso sí, como insinúa su primer disco, del Jazz ni rastro. Vale que es todo muy anárquico pero tiene mucho mérito, un trío, instrumental prácticamente en su totalidad y que no aburre en ningún momento. Ya no solo por los temas si no por la verborrea de Angel con la complicidad de juegos de sus compañeros de tablas.
Para lo único que apareció el Jazz esa noche fuera para culparlo si por cualquier cosas “nos equivocamos en la ejecución del tema, si eso sucede, es por que esto es Jazz” pero a la vez pedían disculpas por “todos los que hayáis venido sin saber que hacíamos y pensarais que esto es Jazz”, y es que ni a calidad ni a virtuosismo ni a guasa les puede ganar cualquiera a estos madrileños. Y es que ver a Pablo abandonar la batería para hacerse cargo del bajo con total soltura genera en mi una total y absoluta envidia, pero si ya te pones en plan “muchachito” para tocar a la vez batería y bajo pues, que yo me bajo de la vida, que queréis que os diga.

Hay que ser muy bueno o estar muy colgado, o las dos cosas, para no aburrir en un concierto instrumental y Gilipojazz lo consiguen con creces, aunque para ello recurran a una versión, “Focus”, y a una posterior performance de sketch musico-cómico con el teclado como protagonista tocado a 6 manos, o a cuatro si no contamos al expulsado. A estos tipos no les riega bien el cerebro, o les riega en exceso porque si no ya me contareis como se te puede ocurrir hacer un medley de Dragon Ball, si, como lo habéis oído ¿estamos locos o no? Pero a ver si os vais a pensar que esto es subirse al escenario y ver que sale, que todo lo que habéis leído hasta ahora no os despiste del verdadero objetivo, detrás de tan extraño nombre se encuentran tres auténticos virtuosos que han sido capaces de crear una mezcla de estilos única.
Lo que pasa con ellos es que no sólo tocan, no sólo ejecutan como si se hubieran tragado un conservatorio entero y lo hubieran digerido con cerveza artesanal, sino que encima se ríen. De ellos, de ti, de mí, del propio género, del escenario, del arte y hasta del técnico de sonido si se despista. Y lo hacen con esa complicidad de quien sabe que está en el filo de la navaja, pero aún así baila encima.
Gilipojazz es una experiencia, una performance continua, una gamberrada musical con tanto talento que hasta el error parece planeado. Y eso, amigos, no se ensaya. Eso se lleva en la sangre o en algún tipo raro de locura compartida que hace que un concierto suyo no se olvide.
No sé hasta donde podrá llegar en el futuro una banda “de individuos que no pensaban que alguien pudiera ir a escucharlos cuando comenzaron a hacer esto es un local”, pero lo que si tengo claro es que hay que tenerlos cuadrados para ponerse delante de setecientas personas que te admiran y a la vez te llaman gilipollas ¿o era Gilipojazz?






