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Motörhead – Inferno

Discográfica: 

Steamhammer

 

Fecha de edición:

22 de Junio de 2004

 

Componentes:

Lemmy Kilmister – Voz, bajo
Philip Campbell – Guitarra
Mikkey Dee – Batería

Motörhead son una institución. Poco más se puede decir. El propio Lemmy es también una institución en sí mismo, y alguien cuyo nombre va asociado a términos como carisma, talento y trabajo, además de ser una persona incapaz de dejar indiferente a nadie. Algo de eso viene de serie y es más o menos innato, pero el reconocimiento posterior, y casi unánime, no llega de un día para otro. Sólo a lo largo de una carrera muy larga y gracias a una discografía enorme, auténtica y con poco margen para la queja.

Lo curioso es que los cuarenta años de carrera del grupo (que han supuesto la edición de más de una veintena de discos de estudio, además de un sinfín de recopilaciones y álbumes en directo) no han visto a demasiados músicos (además del propio Lemmy Kilmister) pasar por las filas de Motörhead. Yo diría que son más bien pocos, teniendo todo en cuenta, y se pueden destacar dos formaciones bastante estables que están por encima de otras (en las que, básicamente, algún que otro músico se mezcla con la mayoría de los que ya aparecen en estas otras dos). La primera es la original, con Lemmy como cantante y bajista, Eddie Clarke a la guitarra y Philip Taylor tras la batería. Todos ellos, tristemente desaparecidos desde 2018. Y la segunda es el también trío que quedó definitivamente consolidado como tal en 1996 (con el álbum Overnight Sensation), y que incluye a Lemmy, Philip Campbell como guitarrista y Mikkey Dee a la batería. Los dos últimos ya llevaban tiempo en el grupo pero, como ya he dicho, junto a otros músicos distintos (sobre todo el también fallecido guitarrista Michael Burston, más conocido como Würzel) en las épocas en las que Motörhead han sido un cuarteto.

Inferno, editado en 2004, fue el quinto disco de estudio de esa segunda formación moderna de la banda (y si he contado bien, el decimoctavo en general) y creo que mi favorito de la misma. Es también uno de los mejores de toda la larguísima discografía del grupo, a pesar de la feroz competencia. Este álbum presentó otra amenazante portada del habitual Joe Petagno y fue producido por Cameron Webb, alguien muy ligado al grupo durante la última época del mismo, pero que curiosamente había sido bastante ajeno al heavy metal antes de trabajar con Motörhead.

Antes de hablar del disco en sí, hay que comentar la relación de Lemmy con la escena gracias a la cual llegó a ser tan conocido. Y es que aunque Lemmy siempre habló de su grupo como una banda de rock & roll (We are Motörhead… and we play rock & roll!), y a pesar de no ser alguien dado a etiquetas ni a que Motörhead fuesen considerados heavy metal (él mismo afirmó en su día sentirse más cercano al punk y a grupos como The Damned, que a Judas Priest, y hasta tuvo que recordar al propio Webb, cuando se conocieron y éste le dijo que quería hacer un disco realmente heavy con ellos, que Motörhead tocaban sólo rock & roll), lo cierto es que Motörhead fueron (son) un grupo de heavy metal con todo lo que eso conlleva. Claro que hay momentos en su discografía en los que el grupo ha llegado a usar instrumentos habitualmente poco asociados con el género, algo que, por otro lado, no es nada que no hubiese pasado antes y después con muchos otros artistas del mismo. Y por supuesto que hay canciones (algunas muy famosas, como “Going To Brazil”, “Don’t Waste Your Time” o “Angel City”) cuya estructura es la habitual del rock & roll, por mucho que esos temas fuesen convenientemente amplificados y endurecidos. Pero cosas así no pueden obviar el hecho de que Motörhead se han dedicado al heavy metal. Y hasta han tenido tiempo de adentrase en géneros más extremos, sacando de paso los colores a algún que otro grupo asociado a ellos.

Pocas bandas han podido competir de tú a tú con ellos en términos de actitud y dedicación, y no es ninguna casualidad la adoración casi generalizada hacia este grupo por parte del mundo del heavy metal, como tampoco lo es la miríada de bandas de metal extremo que cuentan al grupo entre sus influencias. Los alemanes Sodom, con el carismático Tom Angelripper a la cabeza, por poner un ejemplo fácil. Y todo esto sin entrar a comentar el modo de vida habitual del grupo y su imagen. Tachas y cuero? Eso era como aspirinas para Lemmy. Todo esto viene a cuento porque Inferno es uno de los discos más notorios del grupo en ese sentido, y cuenta con algunas de esas canciones que simplemente atropellan al oyente y, de paso, cualquier atisbo de tomar en serio al bueno de Lemmy y a su particular visión del estilo practicado por Motörhead. Empezando por la inicial “Terminal Show” y la incansable pegada del sueco Mikkey Dee, un batería con pocos rivales en Europa y al que el propio Lemmy siempre presentaba como el mejor batería del mundo. A mí lo que más me mola del asunto son las estrofas, ya que el grupo se muestra verdaderamente heavy en ellas, pero supongo que lo más destacable es que la canción también cuenta con un solo de Steve Vai, nada menos, lo que me resulta bastante pintoresco. La colaboración entre ambas partes se me hubiese antojado bastante poco probable a priori.

Sigue “Killers”, un tema más en la línea habitual del grupo y no tan rápido como el anterior, pero con un estribillo que vale por dos y el bajo de Lemmy destacando más que la media, como si de una segunda guitarra se tratara. Distorsionado y muy protagonista, tal y como presumía su dueño. El doble bombo de Dee vuelve a dejarse notar al principio de “In The Name Of Tragedy”, otro tema muy bestia y quizás el más conocido del disco, en el que lo más destacado vuelve a ser el desempeño de todo el grupo durante las estrofas, gracias sobre todo al trabajo de un guitarrista tan infravalorado como Campbell. Su solo también está chulo y me encantan los coros previos al estribillo. Muy macarras. Muy Motörhead. El disco no es muy largo y las tres primeras canciones han pasado volando, por lo que ahora es el turno de la canción más larga (que tampoco lo es mucho) del mismo, “Suicide”, un tema a medio tiempo en el que el bajo se une al riff principal de una manera casi idéntica a la de “Killers”. Aparte de eso, poco que ver con aquella, ya que el ritmo, más bien lento, hace que la canción parezca más larga de lo que es y la acerca un poco incluso al hard rock, aunque sea más por la estructura que por el sonido. Y luego está el muy animado estribillo, en claro contraste con el título de la canción, repetido dos veces y seguido ambas de un gran solo de Campbell.

El comienzo de “Life’s A Bitch” hace pensar al oyente que, esta vez sí, lo que viene es de verdad rock & roll del de siempre. El típico sonido que uno asocia con ese término. Pero nuevamente Motörhead, a pesar de que la canción mantenga una estructura bastante asociada con ese tipo de música, arrollan a su audiencia poniendo el tema al rojo vivo tras unos pocos segundos. Detalles como los de ese principio se repiten alguna vez y el tema es muy entretenido. Tras “Life’s A Bitch” llegan seguidas tres de las canciones más salvajes de todo el disco (junto a “In The Name Of Tragedy” y “Terminal Show”). La primera es “Down On Me”, temazo bastante lineal que sólo cambia un poco durante los momentos en los que el guitarrista tiene más protagonismo, volviéndose algo más amenazante y oscura. Steve Vai vuelve a aparecer en el solo. “In The Black” es una de mis preferidas, y a la que siempre uno en mi cabeza a “In The Name Of Tragedy”. Más protagonismo aquí para Dee, imparable durante el genial estribillo. Una vez más, ya que si algo hay en este disco, además de calidad y potencia, es una facilidad enorme del grupo para dar también con la tecla en lo que a momentos destacados y hasta pegadizos se refiere. Nuevo uso del wha-wha (o eso creo) por parte de Campbell durante el solo y doble bombo sin tregua al final del todo.

“Fight” vuelve a mostrar al grupo en su vertiente más extrema y puede que sea la canción más heavy del álbum. El propio Lemmy parece solicitar que le suban el volumen de su instrumento, o que lo suban en la mezcla, al principio del tema. Frenética y brutal. Como su letra y como el propio grupo. Motörhead relajan las cosas un poco con “In The Year Of The Wolf”, una canción con la cual mi cabeza establece otra asociación involuntaria, esta vez con “Suicide”. Y es que el ritmo y la estructura, bastante sencillos ambos, son parecidos a los de la otra, al igual que el puente intermedio. Y sobre todo porque vuelve a haber otro estribillo pegadizo y muy alegre, a falta de otra palabra mejor. La letra me encanta, aunque no sabría cómo interpretarla. «Keys To The Kingdom” muestra al grupo con ciertas ganas de experimentación, por mucho que esa sea una palabra que no suene demasiado bien junto al nombre del grupo. No deja de ser una canción más o menos habitual de Motörhead (y bastante entretenida), pero presenta una casi solitaria sección solista de Campbell, con la canción cambiando totalmente de tercio, en la que el guitarrista sólo es acompañado por una mínima sección de cuerda (???), cortesía de un tal Curtis Mathewson.

“Smiling Like A Killer” está bastante bien también, un poco en la onda de “Killers”, aunque es la canción que me pasa más desapercibida, además de la más breve. No tiene mucha más historia. Lo contrario que la final (con tronchante título) “Whorehouse Blues”, un blues acústico en el que los tres músicos (sí, Dee también) tocan la guitarra acústica y Lemmy también le da a la harmónica. El cantante repasa la historia del grupo de manera un poco simplista, diciendo que nada se esperaba de ellos y que a pesar de no ser muy guapos, han podido recorrer el mundo gracias a la música y que están satisfechos por ello. Y esto es todo. Con excepción de March Ör Die, de 1992, el grupo venía siguiendo una línea más salvaje (además de brillante) desde la edición de 1916 (que salió en 1991), y por suerte así seguiría siendo hasta que no tuvo más remedio que desaparecer (debido al fallecimiento de Lemmy), con discos como Kiss Of Death (2006) o The Wörld Is Yours (2010). Pero Inferno puede quedar como uno de los ejemplos más destacados, en todos los sentidos, de lo que llegaron a ser Motörhead desde entonces y sobre todo en el siglo XXI. El mismo espíritu de siempre, una mínima innovación aquí y allá, y más potencia. Eternos.

Texto: Diego Torres Vicente.

Temas:

Terminal Show
Killers
In The Name Of Tragedy
Suicide
Life’s A Bitch
Down On Me
In The Black
Fight
In The Year Of The Wolf
Keys To The Kingdom
Smiling Like A Killer
Whorehouse Blues

By Redacción Metal Hammer

Metal Hammer és una marca legendaria en toda Europa en cuanto a la difusión de la escena del hard rock y heavy metal. El primer número de la revista se editó en diciembre de 1987.

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