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Y el verbo se hizo carne…y Diabulus habito en Carabanchel…¿Es el renacer de Mägo de Oz?

Bandas: Mägo de Oz
Lugar: Palacio Vistalegre – Madrid – 26 de abril de 2025
Texto y Fotos: JM Tocho

La noche madrileña se rindió al conjuro del folk metal, Vista Alegre brillaba y miles de almas impacientes aguardaban el desembarco de Mägo de Oz y su Diabulus in Ópera II. Cuando las luces se atenuaron y los primeros acordes sinfónicos se entrelazaron con la potencia del metal, el recinto entero se sumió en un universo de fantasía sonora. No era solo un concierto, sino una experiencia inmersiva donde la majestuosidad de una orquesta y la fuerza de un coro góspel elevaban los himnos de la banda a una nueva dimensión épica.

Desde las primeras horas de la tarde, Carabanchel mutó en un santuario del rock. Un río de camisetas con el icónico logo de Mägo de Oz inundaba las calles, mientras las primeras melodías coreadas escapaban de algún bar cercano, presagiando la gran noche que Vista Alegre aguardaba. La paciencia de los peregrinos del rock se tejía en largas filas que abrazaban la plaza. Se compartían anécdotas de conciertos pasados, se afinaban gargantas para corear los himnos y la ilusión crecía con cada minuto que acercaba el momento.

Un silencio cargado de anticipación se cernió sobre Vista Alegre cuando las luces se fundieron a negro. Miles de corazones rockeros latían unidos, tomando asiento con la reverencia de quien se prepara para un ritual. Un imponente telón rojo, como el telón de un teatro de sueños, ocultaba el escenario. En lo alto, el rótulo luminoso de Diabulus in Ópera II, coronado por la siniestra y magnética cabeza de cabra, prometía una inmersión en el lado más oscuro y operístico de Mägo de Oz. Cuando el telón cayó, un murmullo de asombro recorrió la plaza. Ante los ojos atónitos, surgió la espectacular escenografía de un barco pirata, un colosal navío de fantasía listo para zarpar en un mar de rock. En la cubierta superior de aquel barco imaginario, la orquesta sinfónica, con su director al timón, aguardaba en silencio, instrumentos listos para desatar la tormenta sonora. La gran pantalla cobró vida con imágenes oníricas, una suerte de prólogo visual que nos invitaba a sumergirnos en la búsqueda de anhelos, un preludio mágico a la travesía musical que estaba a punto de comenzar. Fiel a su estilo, el latido inicial de la noche provino de Txus, marcando el ritmo desde su batería, el capitán que guía a su tripulación sonora hacia la aventura. Y sin dilación, la banda al completo irrumpió con la fuerza de «Alicia en el Metalverso», el tema que da nombre a su última travesía discográfica, una declaración de intenciones de que la magia de Mägo de Oz sigue reinventándose. Apenas habían terminado los últimos acordes de «Alicia» cuando los inconfundibles compases de «Molinos de Viento» desato a los presentes. Como un solo cuerpo, la plaza entera se levantó, coreando con el alma cada verso de ese himno atemporal.

Pero la noche en el recinto guardaba aún más secretos bajo la manga, giros inesperados que harían emocionarse aún más al público. Un rugido de bienvenida atronó cuando Tete Novoa, la poderosa voz de Saratoga, irrumpió en el escenario. Su presencia agitó el ambiente, y al unirse a Rafa Blas en «Satania», la canción, ya de por sí visceral, se elevó a una nueva cota de intensidad gracias al abrazo sinfónico. El torrente de emociones continuó con la llegada de Israel Ramos, cuya interpretación de «Lunas de Sangre» se tiñó de melancolía, arropada por los arreglos orquestales, demostrando la versatilidad de la banda para explorar diferentes texturas sonoras.

Tras este inicio arrollador, la banda tejió un tapiz que exploraba tanto sus nuevas composiciones como gemas de su catálogo como «La Venganza de Gaia», «Diabulus in Música», «Te Traeré el Horizonte» y «La Cantiga de las Brujas». Un silencio reverente cayó sobre el lugar cuando Txus tomó la palabra para presentar «Por si algún día te pierdes». Su voz, cargada de emoción, reveló el origen de la canción: un mensaje atemporal para su hija. En ese instante, la música trascendió el espectáculo, convirtiéndose en un puente invisible entre un padre y su legado, mientras las luces del recinto parecían emular el brillo de las estrellas mencionadas en la letra.

La apuesta por un repertorio generoso en temas de su última etapa, si bien ofrecía una perspectiva fresca de su presente creativo, dejó en el aire la ausencia de algunos de los himnos más coreados, generando quizás una dinámica menos impresionante en ciertos pasajes. Sin embargo, la declaración de intenciones era clara: Diabulus in Ópera II no era una mera repetición de glorias pasadas, sino una valiente exploración de su sonido actual bajo una nueva lente sinfónica. La intensidad regresó de la mano de Jorge Salán, cuyas manos veloces y precisas nos ofrecieron un solo de guitarra que fue una auténtica exhibición de virtuosismo que culminó en un gesto final apoteósico: la guitarra, envuelta en llamas, se convirtió en un símbolo de la pasión y la entrega de la banda.

La grandiosidad del espectáculo, con su imponente despliegue de músicos e instrumentos, auguraba una celebración sonora impecable. Sin embargo, en algunos momentos de la noche, la voz de Rafa Blas, el frontman de la banda, pareció luchar por encontrar su espacio en partes de algunos pasajes.

La segunda mitad se alzó con la fuerza épica de «Gaia», manteniendo la intensidad que había clausurado el acto anterior y preparando el terreno para lo que aún estaban por llegar. «Atlantia» se erigió como uno de los momentos más singulares de la noche. Tras una década desde su publicación, los veinte minutos de esta ambiciosa pieza resonaron por primera vez en directo, un regalo largamente esperado por los fans que celebraron cada pasaje con devoción. La presencia en el escenario de Peri, exmiembro de la banda, añadió una capa de nostalgia y complicidad a la interpretación de «Aquelarre» y «Paseo de los tristes», generando una conexión especial con aquellos seguidores que recordaban su etapa en Mägo de Oz. La noche continuaba desgranando sorpresas, y la siguiente llegó con la imponente figura de Carlos Escobedo, vocalista de Sôber, uniéndose a la banda para interpretar «Y será Canción». La fusión de su vozarrón junto con la de Rafa Blas, añadió una nueva dimensión a este tema. «Joline» y «Bandera Negra» macaron el final de fiesta inminente, y prepararon el terreno para el esperado broche de oro de los bises.

La espera de los bises se rompió con la presentación de «El Vals de las Almas Rotas», el adelanto de su próximo álbum de estudio. La melodía, aún fresca para muchos, fue muy bien recibida, ofreciendo un vistazo al futuro de la banda. Y entonces llegó el apoteosis final. «La Costa del Silencio» preparó el terreno para el estallido definitivo con «Fiesta Pagana». El himno por excelencia de Mägo de Oz incendió Vista Alegre, convirtiendo la plaza en un hervidero de saltos, cánticos y euforia desbordada. Fue el broche de alegría perfecto que selló una noche inolvidable para la banda y sus fieles seguidores, dejando en el aire la promesa de más noches de magia y rock.

By Redacción Metal Hammer

Metal Hammer és una marca legendaria en toda Europa en cuanto a la difusión de la escena del hard rock y heavy metal. El primer número de la revista se editó en diciembre de 1987.

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