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Un Viaje a las Raíces del Viking Metal

Como bien saben los lectores de Metal Hammer, ¿a quién no le gusta disfrutar de un buen libro mientras escucha su música favorita?
No hace mucho, me topé con un libro que une de una forma muy especial varias de mis bandas preferidas con mucho de la historia de los vikingos, y me pareció fascinante, tanto, que quise tener una charla con su autor, Adriano H. Pinelo, para conocer el origen de este libro, titulado “Lobo-Nocturno”.
En este reportaje, vamos a investigar cómo los vikingos han influido en bandas de metal como Bathory, Enslaved, Amon Amarth o Týr.

Texto: Marta Grimaldi

Buenas Adriano, en primer lugar, me gustaría que te presentaras brevemente para nuestros lectores. Cuéntanos quién eres y desde cuándo y por qué te apasiona este género musical.

Nací en 1976, en Triana, Sevilla, por lo que tengo el honor de considerarme un Heavy de los antiguos. En mi barrio siempre ha habido mucha tradición rockera, así que he tenido buenos referentes a mi alrededor. Me he criado entre alimañas, como suelo decir a veces, ya que hubo una época en la que los heavys más conocidos por todos se apodaban con nombres de animales, vete tú a saber por qué, tales como el Pato, el Jirafa, el Rana, el Lobo o el Ciervo. Conocí a tipos de diferentes edades y condiciones, y todos me aportaron algo, ya fuera positivo o no tanto.

A los 12 años vestía mis primeras camisetas de los Maiden, Mötley Crüe o Kreator. Estudiaba en un colegio de curas, por lo que la pelea con los Hermanos Maristas era casi continua sin yo hacer nada para que fuera así, al menos de un modo consciente. Tan sólo quería vestir y vivir a mi manera, pero eso no era algo que estuviera bien visto, y menos en un colegio de aquel tipo.

Curiosamente fue en clase de dibujo técnico donde tuve mis primeros contactos con esta música. Os cuento: el profesor de aquella materia animaba a los alumnos a que trajéramos cintas de casete para amenizar las clases y escuchar música mientras dibujábamos. Todo un rebelde aquel profesor, teniendo en cuenta las normas establecidas dentro del centro. Lo bueno es que, como todos sabemos, los mayores melómanos que existen somos los rockeros, así que casi todos los alumnos que se molestaban en llevar cintas eran los pocos heavys que había en clase. Me quedé flipado con un disco de KISS que llevó uno de ellos (jamás supe qué disco era, ya que en ese momento no sabía ni el nombre del grupo), pero me encantó. Al día siguiente le pregunté a Gonzalo (que así se llamaba el compañero que lo llevó) si me podía dejar la cinta. A los pocos días me prestó una con los dos primeros Lps de Iron Maiden, porque la de KISS se la había pasado a otro colega. Aún recuerdo que, con algo de vergüenza y mucho miedo a lo que pudieran pensar en mi casa, la primera escucha de aquella TDK de 90 la hice en el cuarto de baño. Cogí el radiocasete y me metí en el aseo. Entonces empezó a sonar el “Prowler”, con sus riffs rápidos y pesados, la voz de Paul Di’Anno rozando el punky y toda la rabia del mundo. En ese momento me dije; esta es mi música. Jamás había sentido algo parecido al escuchar una canción. Al cabo de unas cuantas semanas era yo quien le prestaba a mi profesor una cinta de Twister Sister para que se la grabara, porque le había encantado al escucharla en clase. Y no es broma, (risas).

A partir de ahí, cada vez que conseguía ahorrar lo suficiente me plantaba en el Record Sevilla, o en el hace tanto tiempo desaparecido Sevilla Rock, para muchos de mi quinta auténticos templos de la música local. Por aquellos entonces, a no ser que fueras a tiro hecho previa escucha de algún grupo concreto en casa de algún colega, lo habitual era que cada vez que te encontrabas frente al estante de discos, sopesaras las portadas de los mismos tratando de adivinar cómo podría sonar sólo a partir de la ilustración que presentaba el trabajo. Aquella portada, generalmente súper currada, era muchas veces la única pista que teníamos de cómo podría sonar el Lp, y tantear vagamente si ibas a tirar el dinero o no. Habría que tener en cuenta que, a diferencia de hoy en día, en aquellos momentos no teníamos demasiado bagaje musical debido a nuestra edad, y casi ningún sitio para informarnos más allá de la Emisión Pirata o algún que otro programa similar.

Vamos al grano ¿Como te vino la idea de escribir esta novela?

¿Que cómo se puede llegar a escribir una novela de 350 páginas inspirada en la Era Vikinga? Pues muy sencillo. Si te apasiona la literatura y has crecido mamando “Hammerheart” de Bathory la cosa se pone más fácil. Si a eso le añades “The Sign of the Hammer” de Manowar, “With Oden on our Side” de Amon Amarth, “Secrets of the Runes” de Therion, “Iron” de Ensiferum, o “The Varangian Way” de Turisas, por citar algunos ejemplos que nos brinda nuestro amplio catálogo de Cultura Metalera, tampoco tiene tanto mérito; las escenas se escriben solas. Tan sólo hay que relatar lo que estás viviendo en cada canción.

Con apenas 12 años ya me atraía el Heavy Metal. Era una música que estaba relativamente de moda, así que había programas de televisión donde ponían videos de grupos como Poison, Mötley Crüe o Warlock. Aún me acuerdo de un programa llamado Videomix que, como indicaba su elaborado nombre, hacía un medley (popurrí en mis tiempos) de vídeos de la música en boga en aquel momento. Si no recuerdo mal, los miércoles los dedicaban íntegramente a la música que más me estaba atrayendo, porque la verdad es que desde niño en mi casa se escuchaba de todo, desde flamenco o rumba catalana a Nino Bravo. Recuerdo también que el programa empezaba sobre las 2 y media, por lo que todos los miércoles salía corriendo del colegio para poder pillarlo desde el principio. King Diamond con su “Sleepless Nights” llenó mis noches de pesadillas, el “Fool for your Loving” de Whitesnake o el “Love in an Elevator” de Aerosmith me encantaban por su rollo Hard Rockero. En aquella época también conocí a Manowar, con sus temas potentes y rápidos, vestidos de cuero y pieles y proclamando poco menos que todo lo que no hicieran ellos no era verdadero Metal. Aun así, he de decir que me gustó su música. Había descubierto con todos ellos que aquella era también la mía. Y lo más importante, que ese sería a partir de ahora mi estilo de vida.

Cuando cayó en mis manos el “The Sign of the Hammer” (1984) de estos últimos todo cambió, o más bien evolucionó, aunque yo aún ni lo sabía. Entre otras cosas porque a la primera escucha me pareció muy diferente a lo que hasta ese momento estaba acostumbrado a oír. Sólo decir que los primeros grupos que había escuchado con detenimiento eran KISS, Judas Priest en sus inicios, Dio o Iron Maiden con Paul Di’Anno a la voz.

Cuanto más escuchaba el disco más me gustaba (antes se escuchaban una y otra vez hasta aprenderte de memoria incluso el momento exacto en el que saltaba la aguja del tocadiscos). Mi nivel de inglés era bajo, por no decir inexistente, pero aun así podía entender algunas frases; “Dioses, Monstruos y Hombres, morirán juntos en el Final”. Ni siquiera sabía en aquel momento de qué leches estaban hablando, pero me flipaba. A estas alturas me da hasta vergüenza admitirlo, (risas). La cuestión es que estaba enganchado a algo que aún no sabía identificar del todo.

“The Sign of the Hammer” dio paso al “Into Glory Ride” (1983) (ya sé que es un disco anterior, pero antes las cintas de casete grabadas eran un tesoro difícil de conseguir). “Gates of Valhalla” y “Secrets of Steel”, muy al estilo de Conan el Bárbaro, destacaban para mí sobre las demás. Después de todo aquello llegó el “Kings of Metal” (1988), con himnos como el “The Crown and the Ring” o el “Hail and Kill”, que con su rabia y agresividad terminó de desquiciar mi cabeza. Una auténtica locura de canción llena de cambios de ritmo y frenesí homicida a la que quería pertenecer de alguna manera. Y al poco tiempo me encontré por pura casualidad con el “Blood Fire Death” de Bathory. Pero eso ya era sería otra historia.

Hablemos sobre los comienzos del Viking Metal y los álbumes más relevantes. Hay varias bandas que marcaron de alguna forma ese camino ¿no?

Aunque de todos es conocido que existen muchas canciones de temática vikinga dentro del Heavy Metal clásico, no es hasta la publicación en 1988 del “Blood Fire Death” por parte del grupo sueco Bathory cuando se puede decir que tanto letra como música empiezan a convergir hacia un nuevo concepto. Si bien, aunque tan sólo algunas de las canciones que componen este disco tratan explícitamente sobre cultura nórdica, este bien puede considerarse como el punto de transición entre el Black Metal y su evolución hacia el Viking Metal.

La consagración de este género musical, desde mi humilde punto de vista, fue el siguiente trallazo de Bathory. Dos años después del “Blood Fire Death”, allá por el año 1990, sale a la venta el “Hammerheart”, discazo donde los haya y que te traslada directamente a la época vikinga. En este ya todo comienza a encajar como una maquinaria perfectamente engrasada. Desde la portada, que es una auténtica maravilla creación del pintor londinense del siglo IXX Frank Dicksee, hasta lo conceptual del propio disco. Se trata de una obra de corte puramente nórdico donde los contenidos pasan de ser meramente mundanos, como el nacimiento de un hijo o el funeral de un guerrero, hasta temas de tipo más mitológico y espiritual, como el “Valhalla”, o la plegaria que le dedican los suecos al Dios de Un Solo Ojo en “Song to Hall Up High”. En todo momento los detalles y la ambientación están especialmente cuidados. Los agudos punteos, los omnipresentes coros o el bramar de los cuernos, crean un clima denso que roza la melancolía y la nostalgia de tiempos mejores. Y los efectos, como el sonido de los remos al bogar por el litoral o el crepitar de las llamas al consumir la madera, hacen que entres directamente en un mundo ancestral, oscuro, pero al mismo tiempo lleno de vida y armonía con la Naturaleza.

Antes de proseguir con nuestra andadura musical a través del tiempo, debo advertir que me concederé la licencia de ir citando grupos teniendo más en cuenta su influencia y aportación a la causa que nos aborda que a su base musical en sí, que como todos sabemos debería ser el Black Metal. Este subgénero es tan complejo, que hay pocas bandas reconocidas de las que se pueda hablar y que cumplan con todos los requisitos necesarios como para poder incluirlas dentro del universo del Viking Metal. Así pues, me concentraré principalmente en resaltar su actitud, la temática de sus letras y la atmósfera que pretendieron recrear en sus canciones.

A partir de la revolución musical que supusieron estos dos discos de Bathory en la génesis de un nuevo subgénero, el Metal escandinavo, y principalmente el noruego, se movilizó en pos de continuar ampliándolo.

Uno de los primeros grupos en seguir los pasos de Bathory sería la banda noruega Enslaved, nacida en 1991 en la localidad de Haugesund. Tras sacar un primer EP en 1993 titulado “Hordanes Land”, apenas un año después darían el salto hacia su primer larga duración, “Vikingligr Veldi”, que, con apenas cinco cortes, aunque rebasando cuatro de ellos los 10 minutos de duración, sería considerado por muchos una base sólida que cimentaría definitivamente al Metal Vikingo como género musical con una identidad propia.

La estela de Enslaved la seguirían de cerca grupos como Einherjer, originarios de la misma ciudad que estos, que publicarían grandes discos como el “Dragons of the North” (1996), con una portada fantástica que muestra uno de los cinco maderos tallados con cabeza de monstruo hallados en el barco funeral de Oseberg, el mejor conservado de la Era Vikinga, y que describo con todo lujo de detalles en mi novela “Lobo-Nocturno”. Otro grupo clave en la escena noruega sería Helheim, editando su álbum debut en 1995. Un disco trepidante desde el primer corte, “Jormundgand”, que da título al mismo y hace referencia a la serpiente mitológica de Midgard, que avanza a galope sobre el lomo de una batería desbocada y una voz absolutamente aguda y desesperada. Windir también pondrían su grano de arena a toda esta semilla negra que estaba germinando en tierra noruega. Originarios de Sogndal, Windir comenzó en torno al 1994 como un proyecto personal de su cantante Valfar, quien publicó casi en solitario su primer disco “Soknardalr” (1997), donde trataría temas mitológicos e históricos de carácter local. Por desgracia, en el año 2004, cuando el grupo ya tenía una amplia repercusión fuera de sus fronteras, y habiendo dado el salto hasta Norte América, Windir se disolvió a causa de la muerte repentina de su fundador Valfar.

Tras un final de milenio marcado por la aparición de multitud de bandas noruegas que trataban de dar forma al recién llamado Viking Metal, este género traspasaría sus fronteras, llevando su legado más allá de Escandinavia y recalando en un principio en países limítrofes, tales como Alemania y Finlandia, con los que comparten parte de su historia común, aunque con el tiempo se seguiría extendiendo a todos los rincones de Europa.

Desde Düsseldorf, Alemania, y aunque formados a finales de los 80, Falkenbach no vería reconocido su trabajo hasta finales del pasado milenio. Con su segundo larga duración “Magni Blandinn Ok Megintiri” (1998) se convirtió en grupo de culto, contribuyendo en gran parte en dar a conocer el género en tierras teutonas. Aquel mismo año surgiría en Turingia XIV Dark Centuries, que, tratando temas históricos absolutamente centrados en su tierra natal, nos ha dado grandes discos como el “Gizit Dar Faida” (2011), por citar alguno de ellos, cantado íntegramente en su lengua nativa.

Desde Finlandia se unen a esta corriente bandas como Korpiklaani o Ensiferum, aportando a lo ya afianzado años atrás parte de la frescura, el folk, la cultura y algo de la mitología lapona. Al igual que Turisas, que introducirán en esta cada vez más complicada ecuación, temática y elementos compositivos de clara influencia eslava al tiempo que van en busca de Miklagard (La Ciudad Grande), como los varegos llamaban a la actual Estambul, en el disco “The Varangian Way” (2007).

Suecia no se quedaría atrás en toda esta vorágine, más teniendo en cuenta que ese país fue realmente el punto de partida con Bathory, e incrementaron la escena musical con bandas como Unleashed y Amon Amarth, aunque como comentamos anteriormente, se incluyen en este subgénero más por temática y actitud que por su base musical, siendo por tradición un país más afín al Death Metal que al Black.

Cuando les pregunto a seguidores del metal sobre una banda de Viking metal, suelen mencionar en primer lugar Amon Amarth.

Recuerdo que mi primer encuentro con Amon Amarth no fue el más afortunado, la verdad. De hecho, en la primera escucha su música no me transmitió demasiado. Creo recordar que el primer larga duración que oí de esta banda fue el “The Crusher”, y ya de primeras el casco con cuernos que porta el guerrero de la portada no contribuyó en nada a que me sintiera atraído por aquel grupo, así que lo puse en cuarentena con el propósito de darles una segunda oportunidad pasado algún tiempo.

Además, como sabemos y ellos mismos declaran abiertamente, lo cierto es que Amon Amarth no entra ni de lejos en la definición de Viking Metal. De hecho, desde mi punto de vista, la música que hacen actualmente no creo que se pueda considerar puramente Death Metal si no es por alguna canción en concreto y la voz gutural de Johan Hegg, que lo viste de ese género. En sus inicios no discuto que fuera así, pero a medida que fueron evolucionando, sus riffs han sido depurados hasta hacerlos más rítmicos, más vikingos, si se puede decir así. En definitiva, menos pesados y más llevaderos. No sé cómo explicarlo. Unas guitarras más agudas y rápidas, con unos ritmos galopantes que hacen que entres en la escena que pretenden mostrarte. Esto es al menos lo que sentí yo cuando, afortunadamente, el segundo disco de Amon Amarth que cayó en mis manos fue nada más y nada menos que el “Twilight of the Thunder God” (2008), y ese sí me cautivó desde el minuto uno.

Desde la portada con el dios Thor tratando de machacar la cabeza de la serpiente Midgard en el Ragnarok, donde ambos perecerían, hasta sus diez cortes a cuál más impresionante. La canción que da título al Cd es directamente una joya mitológica, pero hay mucho más dentro de este disco; “Free Will Sacrifice”, la provocadora “Where is your God?”, la increíble odisea del “Embrace the Endless Ocean”, o la brutal y metafórica “Live for the Kill”, donde se compara una manada de lobos con una de vikingos, que además vendrá reforzada por las cuerdas de “Apocalyptica”, haciendo que se te ponga la carne de gallina. Debo decir que gran parte de mi novela se la debo a este disco, sin duda alguna.

Centrémonos en Bathory, ya que, para mí, nunca habrá nadie que pueda igualar a Quorthon.

Volviendo a Bathory, tendría que decir que la portada del “Blood Fire Death” me dio un puñetazo en la cara en cuanto la vi. Estamos hablando del 89 o 90, y yo aún no conocía a la banda, pero lo compré casi sin pensarlo (y os aseguro que no era barato). Salí disparado para mi casa y lo puse en la cadena de música que había en el salón, sin saber qué me encontraría al bajar la aguja. Cuando en el primer corte (Odens Ride Over Nordland) comencé a oír el relinchar de los caballos unido a esos coros fantasmagóricos para dar paso a la voz angustiosa y gutural de Quorthon en el “A Fine Day To Die”, podría decirse que me quedé en shock. Había escuchado de pasada algunos grupos de Black Metal. Venom o Hellhammer me gustaban mucho, pero aquello era otra cosa. Poseía los mismos elementos que estos últimos; fuerza, rabia, oscuridad, pero además la frescura de una temática que iba más allá del simple satanismo provocador e inconformista. Aquello era una creencia ancestral que Bathory vestía de una realidad cristalina, orgullosa, pagana para muchos, pero que para mí comenzó a ser casi sagrada. Era el comienzo, o más bien la evolución, del Black Metal hacia lo que más tarde se conocería como Viking Metal.

“Hammerheart” (1990) es directamente mi disco. No creo que haya ninguno que se pueda asemejar a este en un sentido estrictamente vikingo, ni anterior ni posteriormente. La impresionante obra que crea Quorthon a la hora de componer, arreglar, ambientar e interpretar me parecen sublimes. Acompañado de buenos músicos, pero con un constante entrar y salir de componentes en la banda, en realidad Bathory era la mente de Quorthon. Esa era la que creaba, y la que decidió prescindir de la temática satánica para narrar las historias reales que sus antepasados vivieron con la llegada del cristianismo hasta sus tierras, como se narra en “One Rode to Asa Bay”, y que termina advirtiendo para futuras generaciones el Cuervo de la Sabiduría (Hugin); “Esto sólo ha comenzado”.

A esta obra maestra le seguiría el “Twilight of the Gods” (1991) como continuación a su contribución dentro del Viking Metal, pero a partir de ese momento el grupo iría experimentando de nuevo, e incluso regresando a sus sonidos iniciales con discos como “Requiem” (1994) u “Octagon” (1995). En 1996 se publica el “Blood on Ice”, saga que el mismo Quorthon había compuesto a finales de la década anterior, pero que por diversos motivos había quedado inacabada. A partir de este punto Bathory retoma de algún modo el sonido Viking que había dejado aparcado en sus dos últimos trabajos, y ya no lo abandonaría hasta la trágica muerte de su líder y único componente original de la banda, Quorthon, en 2004.

Bueno, hablemos ahora de tu libro, ya que es el motivo por el que estamos teniendo esta charla. Realmente me ha encantado, y si lo lees con algunos de los álbumes de los que hemos hablado de fondo, ni te digo como cobra vida la historia.

Me propuse escribir una novela que estuviera al nivel de la realidad de la época vikinga, totalmente sincera, sin descartar, eso sí, algo del romanticismo al que nos tienen acostumbrados tanto la música, como películas y series. Mi intención a la hora de escribir este manuscrito era la de mostrar una realidad cruda, incluso desagradable en algún que otro episodio para una persona de bien del siglo XXI, pero no por ello menos realista. Eso sí, mi idea era no idealizar demasiado a nadie. Todos los personajes que describo tienen sus luces y sus sombras, como cualquier ser humano. De hecho, mi protagonista es un vikingo que tiene que recurrir a cualquier ardid para poder sobrevivir, aún a riesgo de vivir atormentado el resto de sus días por alguno de sus demonios del pasado.

Como ya he dicho en esta entrevista, el Heavy Metal es mi pasión. La lectura también, y tenemos la suerte de que ambos siempre hayan caminado por la misma senda. Crecimos escuchando Literatura Clásica de manos de Iron Maiden, Metallica, Crimson Glory o Running Wild. Y siguieron ilustrando nuestra vida grupos como Manowar, mostrándonos los clásicos griegos en el “Achilles”, “Agony and Ecstasy in Eight Parts”, o Virgin Steele con su ambicioso triple CD “The House of Atreus”, donde nos descubriría a ritmo de Música Clásica las Orestiadas, historia de regreso tras la guerra de Troya paralela en el tiempo a la Odisea de Homero. Posteriormente, grupos como Turisas o Rebellion dedicaron discos completos a los periplos protagonizados por Varegos y Vikingos, extrayendo de ellos los personajes más relevantes, entre ellos Harald Harfager, uno de los personajes principales de mi novela.

Con todo esto quiero decir que mi novela no pretende otra cosa que reflejar la vida de los antiguos vikingos desde un punto de vista histórico, tal y como yo lo veo. Indudablemente, el punto de partida de toda esta historia fue el “Hammerheart” de Bathory. Cuando escuché por primera vez el “Shores in Flames” ya me imaginé a la perfección una de las escenas que, 20 años más tarde, plasmaría en mi libro. Pero fue el Lp al completo el que abrió para mí una puerta que fusionaba a la perfección la música con la literatura, pues cuando escuchas el disco te puede resultar como leer un libro, y cuando lees algún que otro episodio de Lobo-Nocturno” puedes escuchar de fondo las notas del “Valhalla”, el “Song to Hall Up High”, o el “Home of Once Brave”, mecidas por el viento del norte.

El Viking Metal ha ido creciendo década tras década desde finales de los 80 del siglo pasado, y sigue en pleno apogeo casi 40 años después, aunque sus raíces primigenias se hayan ido difuminando poco a poco, hasta llegar a ramificarse en un millar de resultados aparentemente imposibles de encorsetar en un mismo género musical. Celta, Pagano, Folk, Medieval o Vikingo, bandas como Týr, Manegarm, King of Asgard, Eihwar, Bifröst o Nebelhorn, por rescatar sólo algunos de los muchos que podrían entrar en la lista, seguirán enriqueciendo este género, quizá el más difícil de definir dentro de los que conviven en nuestra Cultura, pero aun así todos confluyen en un mismo nicho que es difícil de separar, pues, aunque haya en apariencia diferencias musicales entre unos y otros estilos, todos mantienen un nexo común que los une entre ellos y los separa al mismo tiempo del resto del Metal. Y ese no deja de ser otro que la identidad que pretenden recordar las bandas patrias hacia sus propios ancestros, sus antiguas creencias y el respeto por la Naturaleza que nos sume en aquella mitología arcana, y que a la vez nos recuerda cómo perdimos la libertad que creíamos nuestra. Fuera esto último real o no.

Si queréis saber más sobre el libro y su autor, echadle un vistazo a:

By Marta Grimaldi

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