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El posible retorno a la coherencia sónica (II)

Hace algunas fechas publicábamos un artículo intentando poner sobre la mesa, para aquellos que desconocían el tema o sencillamente habían escuchado vágamente hablar sobre ello, como han evolucionado las grabaciones sonoras musicales desde su paso al mundo digital. Como esta radical transformación de la forma de registrar sonido ha llevado a una práctica que ha afectado la calidad de las mismas y como escuchamos música hoy en día, la guerra del volumen. Podéis recuperarlo aquí.

Resumiendo, la industria comenzó una «guerra» basada en el aumento desmesurado del volumen de las grabaciones para que destacasen para el oyente por encima de la competencia. Se habían dado cuenta que las personas prestaban más atención a aquellos temas que sonavan más altos. El motivo? Lo audición humana no entiende ni percibe niveles de pico. Percibe niveles de sonoridad (entendida como la intensidad con la que un sonido es percibido). Esa audición humana recibe millones de frecuencias entre los 20Hz y los 20kHz (rango que abarca nuestra audición), a mayor nivel de frecuencia, mejor será percibido el sonido ya que, en apariencia, se apreciará un mayor nivel de detalle, pero no implica un mejor sonido en sí. El sistema auditivo no es lineal por lo que necesita un mayor volumen en las altas y bajas frecuencias para dar la misma sensación de sonoridad que en las medias. Con este pretexto las compañías discográficas fueron aumentando cada vez más el sonido de los discos.

Esta tendencia de la industria al grabar, producir y emitir música elevando progresivamente el volumen de sus grabaciones persigue crear un sonido que busca destacar sobre el resto en perjuicio del oyente. Si comparamos dos grabaciones con diferente volumen se tiende a pensar que la que suena más alto suena mejor. Como decíamos, la audición humana responde a diferentes niveles de presión sonora, es decir, la habilidad para responder a la frecuencia cambia de acuerdo a diferencias en el nivel de presión sonora (o SPL, Sound Pressure Level, en el término inglés más popular entre los técnicos): cuanto mayor sea ese SPL mayor es el número de frecuencias bajas y altas que se perciben. Es importante tenerlo en cuenta.

El inicio de esta práctica no proviene de la misma industria. Cabe recordar una práctica que todos hemos podido comprobar en la televisión. Estamos viendo cualquier programa y, de repente, aparecen los anuncios. En ese momento el volumen sube de manera exagerada hasta el punto que si no sabes donde se encuentra el mando a distancia te vuelves loca buscándolo desesperadamente por el sobresalto. !!O te pega un susto si te habías dormido!! Ese podríamos marcarlo como el inicio de esa práctica. ¿El motivo? Llamar la atención del espectador o destacar ese contenido por encima de otros.

Estados Unidos fue el primer lugar consciente de la práctica y ponerse manos a la obra para crear una medida internacional, la escala internacional LUFS (Loudness Units relative to Full Scale) para medir el volumen del sonido y evitar la diferenciación entre el volumen de los programas y los anuncios. Los LUFS son el equivalente a los decibelios y para calcularlos se utiliza un algoritmo similar a nuestra forma de escuhar. Más adelante hablaremos de ello.

Todo este asundo, en plena era del CD, se topó con una limitación. Se trata que en el formato digital el volumen no puede sobrepasar nunca el nivel 0, siendo éste el máximo. La única manera de poder hacerlo, siendo a la vez la consecuencia de ésta práctica es causar distorsión, fatiga en el oyente y reducción del rango dinámico aplicando toda suerte de técnicas de compresión de àudio. Esto se hace para incrementar el volumen de las partes más bajas, mientras que los picos más altos son destruidos o severamente disminuidos. Esta es la razón que en las últimas décadas cuando escuchamos cualquier pieza musical popular (pop, rock, electrónica y, claro, metal) tanto una canción con tan solo un instrumento y voz tranquila suena igual en nuestra percepción de volumen que una banda tocando a todo trapo con dos guitarras, bajo, batería y teclados. No hace falta modificar el volumen de nuestro equipo para nada.

La cosa llegó a tal punto hasta el extremo que ha habido organismos que han creido que se debía parar esa carrera y marcar unas pautas. Así pues, la European Broadcast Union (EBU) decidió hacer algo al respecto. De hecho, es un organismo que se ocupa principalmente de los asuntos referidos a la radiodifusión pero también afecta a nuestras queridas grabaciones musicales. Entremos en materia.

Hay dos maneras de medir los niveles de audio:

  • el Peak
  • el RMS (Root Mean Square – o traducido el nivel promedio de potencia)

El Peak mide el nivel más alto que produce el audio en cierta parte de la señal, mientras que el RMS nos da un promedio de percepción de volumen en relación al tiempo. Uno de los factores más importantes a tener en cuenta es un viejo conocido, el rango dinámico. Éste se refiere al rango de diferencia de dB entre el pico más alto (PEAK) y el valor promedio (RMS), cuanto menor sea ese rango más «chafado» será el sonido, y a mayor rango, más vivo y real. La audición humana responde más de acuerdo al sistema RMS, no al peak.

Para encajar los nvieles de un álbum una de las maneras más habituales es normalizar todos los temas al valor máximo de peak. No obstante, en muy pocas ocasiones es efectivo. Una canción con un nivel medio más alto que otra sonará con más impacto sonoro y volumen para el oyente. En contraposición a un valor RMS tendrás peaks que se van por encima del 0, y debes estar muy al tanto con estos. La mejor manera en este punto es muy subjetiva. Una técnica es normalizar todos los temas al nivel máximo de peak para tener la ventaja del «headroom» (nivel de diferencia entre el nivel nominal y el punto de saturación que debe tenerse en cuenta en una mezcla), decidir cuál suena más baja, y entonces bajar los niveles máximos a los más bajos lo mejor que se pueda. No es muy científico pero con el ensayo error se pueden obtener resultado satisfactorios.

Lufs

Anteriormente nos referiamos a la European Broadcast Union (EBU) y el intento de regularizar todo este tema. La norma que lo engloba es la EBU R128 stándar en todas sus variantes. Básicamente, con esto tenemos un medidor de nivel que va más allà de los convencionales vúmeters o peaks basados en unas especificaciones llamadas LUFS (Loudness Unit Full Scale o Escala Completa de Unidad de Volumen) que se han convertido en el nuevo estándar para medir la sonoridad del audio, y la más precisa para medir el promedio de la sonoridad a lo largo del tiempo. Total, que indica com de alto el oyente la percibe. La mayoría de programas de edición de sonido incorporan medidores de esta escala.

En pocas palabras, los LUFS son la unidad de medida utilizada en el proceso de cuantificar una pieza musical desde el punto de vista de la sonoridad, analizando el nivel medio respecto al tiempo. En teoría, dos piezas musicales que registran idénticos LUFS deberían sonar al mismo nivel, y en la práctica lo hacen, independientemente de lo que diga el peak o las lecturas RMS. Por tanto, tenemos una ventaja práctica inmediata: si se quiere tener niveles constantes entre pistas debe consultarse las lecturas de LUFS.

Las lecturas de LUFS son siempre negativas, como -5 LUFS, -10 LUFS, -13 LUFS, etc. ya que están referenciadas a la escala completa. A menos valor negativo, más alto es el nivel medio. Aquí está lo más interesante: una plataforma como Youtube puede decidir cuál es su estándar LUF para que los que suben contenido no deban preocuparse del tema y sencillamente ajustarse a éste estándar. Por tanto, por mucho que cuelgues tu audio a -5 LUFS para sonar más contundente que nadie la plataforma lo ajustará a -13 LUFS.

Este proceso lo aplican todas las plataformas digitales, des del citado Youtube pasando por Spotify, Deezer o Apple por citar algunas de las más populares. Hay algunes valores predeterminados según el destino final del audio trabajado. Por ejemplo, un audio para broadcast se puede dejar a -23 LUFS, un CD -9 LUFS y las tan utilizadas plataformas digitales como Youtube o Spotify van entre los -13 a -15 LUFS. De esta manera se para la carrera sin fin de pérdida de rango dinámico mediante compresión y abre la puerta a que artistas y productores compriman menos y, en consecuencia aumenten este rango. Un ejemple gráfico con un tema de AC&DC:

Así pues, tenemos una cosa buena. Cuando entremos a cualquiera de estas plataformas no estaremos tocando el volumen en función de cada tema o video que consumimos. Pero alerta, no todo son buenas noticias. Escuchar música de esta manera tiene una contrapartida. Si lo que se busca es la mejor experiencia y un audio de calidad, que sea dicho de pasada y por desgracia a la gran mayoría le da igual, ahí tenemos el hándicap. Mostrémoslo con ejemplos. Mostramos una pieza musical con una medida en LUFS de -14. Se pueden ver claramente que las subidas y bajadas de la onda son progresivas dejando espacio a todo el rango posible y sin recortar en ningún caso.

Ahora presentamos la misma pieza pero con una compresión y limitación a -8 LUFS. Se puede apreciar como las transiciones de las ondas están como recortadas al mismo nivel, sin ningún tipo de variación en la dinámica entre ellas. Eso hace que suene más plana, sin ninguna variación y menos interessante.

I ahora veamos como nos la reproduce Spotify. La canción es reproducida en streaming a unos -14 LUFS, cosa que indica que el volumen todavía se ha reducido más, pero lo más importante es el daño hecho por la excesiva compressión y limitación dinámica. Es un daño irreversible. La pieza pierde todo el carisma y energía de su rango dinámico inicial, del primer ejemplo. He aquí la comparativa:

Aquí tenemos la paradoja, lo que es una primera ventaja a la hora de percibir el audio que nos llega hoy en día de diferentes maneres y no resulte molesto respecto al volumen percibido acaba siendo una práctica que denigra y empeora la experiencia de la escucha. ¿Qué ha conllevado todo en los últimos años? Que nuestra exigencia como oyentes musicales sea muy pobre para todo aquel que escucha música a través de las citadas plataformas. Para muchos el único modo de consumo musical. Este tipo de consumo hace que nos acostumbremos a esa «calidad». Son muchas las personas que siendo consumidores habituals de streaming cuando se han puesto delante de un equipo de sonido reproduciendo ya sea desde un vinil o cd se han quedado sorprendidos y han mencionado la calidad que les llegaba. He aquí a lo que nos ha llevado la industria musical. No querría con todo esto demonizar el mundo digital ni mucho menos. Se pueden hacer grabaciones púramente en digital de una calidad soberbia. Y respecto a las plataformas las hay que apuestan por el streaming en alta calidad pero no tengo claro que reciban el suficiente apoyo por parte de los consumidores para que acaben siendo viables y tengan un catálogo suficientemente ámplio. Al mismo tiempo los soportes físicos parecen condenados poco a poco a morir, muy lenta pero constantemente. Muy a pesar de la fiebre del vinilo, que no es tanta como parece, de los últimos años. Un consejo, todavía no hay mejor manera de escuchar música, por calidad, presentación y experiencia.

En conclusión, como mínimo seamos conscientes de como escuchamos música y si queremos seguir haciéndolo de esta manera que sepamos a qué atenernos. Aunque lo cierto que se me antoja imposible luchar contra la practicidad y nulo coste, al menos en un primer momento, de acceder al catálogo de Spotify desde el pc o el móbil e ir saltando de una canción a otra sin sentido. Una práctica que ha reducido el concepto de disco o álbum a nada. Se le ha dado a una sola canción una categoría que no les corresponde. Y de postre una tabla con los rangos que aplican las diferentes plataformas en base a lo explicado.

By Albert Perera

Live After Death tuvo la culpa de todo y tantos años después aquí seguimos. Si hay algo que me gusta más que escuchar música es hablar sobre ella y difundirla… y en ello estamos durante un cuarto de siglo.

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